Saturday, January 8, 2011

Prohibido Pinochet

(Columna publicada por el portral electrónico Cambio21 el enero de 2011).
Prohibido Pinochet
Junto a un pequeño grupo de personas, de las cuales muchas serán amistades, caminaremos desde la estación de Metro Moneda hasta ubicarnos cerca de la puerta norte de nuestro Palacio de Gobierno, y sin despertar sospechas, y en el más absoluto silencio, desplegaremos un lienzo, el cual con seguridad será bastante rústico, en cuya tela negra se pueda leer claramente, en letras blancas, desde lo más alto de los edificios que nos rodean, la frase: “Gracias Pinochet”. Tal vez algunos de nosotros, quienes no estemos sosteniendo el lienzo, portaremos algunas vetustas fotografías cuyo impresión date de fines de los años ochenta con la imagen de quien el lienzo agradece. No gritaremos, no interrumpiremos el tránsito, tampoco lanzaremos piedras, ni bombas molotov, ni siquiera consignas o proclamas. Procuraremos mirar al cielo para así no provocar a ningún transeúnte, y lo haremos un día domingo, muy temprano por la mañana, para no molestar la vida laboral de ningún santiaguino. Aun cuando el Presidente, vertiginoso y omnipresente, pueda estar mirando con curiosidad desde su despacho el accionar de aquel reducido grupo de chilenos que expresan su agradecimiento a aquel mismo hombre que, durante su arresto en Londres, logró convocar a miles de personas en el año 1998 en una manifestación pública en avenida Manquehue y en la cual el hoy Presidente fue uno de los oradores. “El Senador Pinochet y su familia están viviendo tiempos difíciles en Londres en estos momentos, y por eso merecen toda nuestra solidaridad”, fueron sus palabras en aquel entonces. ¿Bajaría el Presidente a sumarse a nuestro pequeño grupo de manifestantes? Por supuesto que él no infringiría esa ley.

Por ello: ¿Cuánto tiempo podremos realizar de forma libre aquella manifestación de expresión antes de que los carabineros de la Guardia de Palacio procedan a cumplir con su deber de arrestarnos? ¿Cuál será la fuerza de coerción que utilizará la policía si optamos por seguir nuestra manifestación y quedarnos parados, inmóviles, pero con el lienzo extendido? ¿Cuál será nuestro castigo?

Estas interrogantes pareciera que pronto tendrán respuesta si nuestro parlamento aprueba la iniciativa de algunos de nuestros iluminados diputados de izquierda que pretenden por ley prohibir toda imagen y manifestación que honre la figura de Pinochet y cualquiera de los miembros de la ex Junta de Gobierno. Y al estar prohibido por ley, su incumplimiento es un delito, y por ende, requiere de un castigo.

Recientemente los medios de comunicación publicaron vehementes declaraciones de los diputados antes mencionados, condenando que en el interior de las oficinas de una conocida empresa, recinto privado por cierto, existía una pequeña placa recordatoria donde bajo la imagen del General Augusto Pinochet Ugarte se leía: “Patriota, soldado y estadista visionario”. Por supuesto que la presión ejercida fue tan efectiva como la ley que pretenden imponer y la empresa terminó por retirar la placa en cuestión. Pero lo que surge después de este episodio y de la ficción –por ahora- que relaté en un comienzo, es si este tipo de acciones son propias de un país que se dice pretende ser pluralista y donde exista la libertad de expresión.

No es difícil encontrar entre la verborrea parlamentaria quienes utilicen el concepto de pluralismo como parte de su retórica mediática. Lo que parecen olvidar es que aquel concepto conlleva implícitamente otro, de tanto o mayor valor, como lo es la tolerancia. Por ello, quien se dice pluralista y pretende practicarlo debe por ello tolerar la existencia de ideas y visiones distintas a las propias. Intolerable es, y debe ser, el accionar de personas o grupos que atenten contra la sociedad, la propiedad y pretendan causar terror por medio de actos vandálicos. Intolerable es la violencia como medio de obtención del poder, que dicho sea de paso, muchos de esos personeros de izquierda legitimaron años atrás. Pero tener una visión positiva respecto de la obra del Gobierno Militar -aun cuando seamos un grupo minoritario de chilenos- y expresarla de forma pacífica, no puede ser prohibido en una sociedad que se dice libre y democrática. Qué propósito se persigue si no es el de arrancar de las páginas de la historia los innumerables logros que consiguió un gobierno que para algunos, por pocos que seamos, reconstruyó el país y evitó la imposición de un sistema totalitario comunista.

La verdad, por dolorosa que pueda resultar para ese pequeño grupo de personas que públicamente aún nos atrevemos a decir nuestra visión de Pinochet y de su gobierno, es que perfectamente es factible que en el Chile de hoy la izquierda logre imponer su visión de la “Dictadura” respaldándola con una ley que sancione lo contrario. Este logro no sólo obedece a sus méritos propios, sino también a que un sector ha preferido renegar de su pasado, traicionar sus ideas y pretender ejercer política en base a la conveniencia dictada por las encuestas del momento impregnándose de un hedor populista que espero no sea duradero.

Tal vez para muchos chilenos, una mayoría quizás, este es un tema que no les despierta mayor interés ni les preocupa, y menos les afecta la cotidianidad de sus vidas. Sin embargo, en el momento que la ley en cuestión se llegase a aprobar, se estará inseminando un componente de intolerancia que fácilmente será extensiva a muchos otros temas. Defender la familia tradicional, oponerse a la unión homosexual, manifestarse contra el aborto o la eutanasia, e incluso manifestar la Fe Católica – como poner imágenes de vírgenes- serán en un futuro próximo los temas que los hipócritamente pluralistas condenarán y reclamarán por leyes que sancionen toda manifestación contraria a sus propias visiones, a sus propias formas de ver la vida, de hombre, de sociedad. Quien no comulgue con la visión socialista, hoy llamada progresista, de la sociedad, será legítimamente castigado y condenado, la Ley así lo estipulará. Nuestra libertad de expresión dejará de existir, nuestra democracia temblará y la crisis asechará.