Thursday, July 29, 2010

Carta abierta a Oficiales y Sub-oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas y de Orden.


Con pesar, tristeza, y desconsuelo, sin embargo, sin sorpresa alguna, recibí el apresurado anuncio presidencial que descartó de plano el objetivo de fondo de la propuesta de la Iglesia Católica respecto al llamado “Indulto Bicentenario”. Si algo dilucidó las palabras del Presidente, fue precisamente el tema de fondo de la propuesta, el rechazo absoluto a que muchos de ustedes puedan acceder hoy o en el futuro al beneficio de indulto, ya sea éste general o individual.

No ajena a nuestra hipócrita idiosincrasia, y temerosa como muchos, la Iglesia puso sobre el tapete un tema cuyo fondo real era la situación de numerosos ex miembros de la FF.AA. y de Orden procesados por los tribunales de justicia por sus participaciones, reales o presuntas, en hechos denominados como violaciones a los derechos humanos. Era aquella misma Iglesia que durante los años del gobierno militar amparó a opositores al gobierno -muchos de ellos activos practicantes de acciones terroristas- la que hoy pretendía ser el primer organismo en avanzar hacia una solución, aun cuando fuese parcial, del problema al que muchos de ustedes se ven enfrentados. Más aún, esta iniciativa era propuesta a un gobierno cuya base electoral y política fue partidaria y partícipe respectivamente del mismo gobierno del que ustedes fueron parte. Además, la propuesta fue realizada a solo meses del comienzo de dicho gobierno, por lo que los costos políticos podrían haberse dilatado a lo largo de los cuatro años de su gestión. Sin embargo, nada de ello pareció importar al momento de su rechazo.

Estimado caballeros, aún recuerdo con claridad, ya que el tiempo no ha sido el suficiente para nublar la memoria, aquellas reuniones donde ad portas de la reciente elección parlamentaria y presidencial expuse ante un grupo de ustedes mi posición respecto a los juicios y condenas a los que son sometidos. Fue en aquellas instancias cuando supe de boca de algunos de ustedes, el supuesto compromiso por parte del entonces candidato Sebastián Piñera por abordar vuestra situación una vez electo Presidente. Fue incluso ese un argumento suficiente para muchos de ustedes para darle no solo el apoyo como candidato presidencial, sino también a los candidatos al Parlamento que conformaban la Alianza por el Cambio, ya que, según las propias advertencias de los políticos de dicha alianza, su doblaje en el distrito en que yo competía era clave para su gobierno. Otros de ustedes, tal vez algo escépticos de la palabras de los políticos, conformaron gran parte de las más de veinte mil personas que apoyaron mi opción parlamentaria, la cual no pudo concretarse.

Hoy somos testigos, nuevamente, como las pasadas palabras del sector político al cual nos sentimos en cierto grado cercanos distan de sus acciones, esto genera entre ustedes sentimientos de angustia y traición, que a pesar de rebelarse ante ellos, como lo definió el General ( R ) Hernán Núñez Manríquez en su carta abierta al Presidente Piñera, los hechos solo terminarán por hundir la esperanza, consolidando así el desconsuelo en ustedes y sus familias, mujeres, hijos y nietos.

No pretendo con estas palabras restregar en sus rostros la decisión de algunos de ustedes en apoyar las opciones parlamentarias de los partidos que hoy gobiernan, sino reiterar, como lo hice entonces, que solo por medio de una voz política lograrán ser realmente escuchados y considerados.
Esta opción, como lo demuestran los hechos, no se encontraba en los partidos de la Alianza, quienes a mi parecer han utilizado el honor, la lealtad y el amor a Chile que sienten especialmente los uniformados, para la obtención de beneficios políticos, hecho que por lo demás comenzó desde los inicios del gobierno militar. La alternativa política debe ser construida por ustedes; por pequeña que logre ser, de conformarse, les dará una voz, aun cuando sea minoritaria, suficiente como para obtener atención en una clase política que ante escenarios electorales estrechos, como lo fue el reciente, promueva el avance de sus demandas. ¡Ya es demasiado tarde! Me exclamó un suboficial que cuidó mi vida durante años cuando me relataba y conversábamos acerca de la condición de muchos de sus compañeros de curso y de sus constantes citaciones a declarar por hechos que jamás tuvo conocimiento. Es verdad, el tiempo ha transcurrido y la vejez es la mejor erosión del ánimo y el coraje. Pero ¿qué queda? ¿La resignación? Tal vez tenga razón quien así lo considera, ustedes ya han dado una gran batalla, aquella que libró a nuestro país de una ideología totalitaria que aún subsiste en nuestro continente y que se resiste a morir. Pero les pregunto, ¿no queda más que enviar cartas a los diarios -que con fortuna son publicadas- argumentando aquello que ya sabemos?, por ser considerado políticamente sin costo, ya que, a diferencia de la izquierda, ni ustedes ni quienes los apoyamos saldremos a la calle a destruir o sembrar la violencia.

Insisto, aún hay una opción, aun cuando seamos una minoría, puede ser suficiente como para lograr un cargo de representación popular. Asi lo demostró el resultado de mi candidatura, la cual a pesar de ser insuficiente para una diputación, no lo es para la obtención de un cargo como Concejal en cada una de las tres comunas del distrito. Situación que podría darse en distintas regiones a lo largo de todo Chile. ¿O acaso en tres años más, en pleno año de elecciones municipales y a uno de una nueva elección presidencial volverán a creer en aquellos políticos que en privado nos deleitan con su apoyo y agradecimiento al gobierno del que ustedes formaron parte, pero que públicamente los condenan tanto o más severamente que sus enemigos? ¿Volverán a creer en el líder de turno del ahora gobierno para esperar de él la misericordia ya negada a la Iglesia? ¿O en algún incipiente partido regionalista que nuevamente utilice su apoyo electoral para lograr subsistir?

Si así es, la resignación colmó sus corazones. La alternativa de poder llevar a lo menos candidatos independientes a Alcaldes y Concejales en el año 2012 permitirá abrir una ventana de expresión que de lograr representación, no me cabe duda que al año siguiente la alternativa de gobierno del sector que siempre hemos apoyado deberá considerar de manera sería y formal. Además, ¿creen ustedes que su situación actual empeorará si aquel intento fracasa? Yo no lo creo.
Sólo quiero terminar diciéndo que lo único que me anima a escribir esta carta, es el agradecimiento que siento hacia quienes conforman la cara de una realidad histórica hoy distorsionada e incomprendida por la mayoría. Pero al haber sido yo de niño una víctima del terrorismo de izquierda, me rebelo a resignarme y ser un mero espectador de vuestra desgracia. Así lo hice, así lo haré, aquella es mi convicción.

Sunday, July 4, 2010

Ruborizado por Rubilar


Hace algunos días no me sorprendí al leer un pequeño extracto acerca de las declaraciones de la diputada (RN) Karla Rubilar cuando asistió a un foro organizado por las juventudes socialistas acerca de la figura de Salvador Allende. Con gran agrado los jóvenes y dirigentes de ese partido escucharon a la parlamentaria de “derecha” pronunciar notables elogios hacia el enarbolado personaje. La diputada, quien imagino no cuenta entre los libros de su pequeña biblioteca, si es que posee una, el último libro de Víctor Farías: “Los documentos Secretos de Salvador Allende”, tampoco debió haber leído un texto más antiguo y de un autor foráneo como lo es “El experimento marxista Chileno”, de Robert Moss. Tal vez haya hojeado el libro de Arturo Fontaine “Todos querían la revolución”. Me atrevo asegurar que desconoce la existencia de textos como “Lo derrocó el pueblo” de Julio Bazán o el testimonio de la periodista Nena Ossa en “Allende Thank You”. Es comprensible que por su labor como parlamentaria, y madre, el tiempo le sea escaso, por lo que su formación política e histórica acerca de lo fue el gobierno de la Unidad Popular presidido por Allende fue forjada por medio de la información estampada en los medios de comunicación en los últimos 20 años, sin contar las innumerables películas y documentales de directores de izquierda financiados con recursos del Estado de forma directa o a través de las ya populares ONG.

La diputada no se avergüenza y ni siquiera se pone colorada cuando dice:
"Hay cosas innegables en la trayectoria de Allende: un tremendo político del que rescato su elocuencia, su carisma y su mensaje hacia los jóvenes", afirmó, resaltando además la "fuerza, convicción y vehemencia" del político socialista, Y continúa diciendo: ''Su fuerza, convicción y vehemencia le daban un aura mitológica, que unida a la capacidad de convocatoria que alcanzó la izquierda en esa época, da hasta un poco de envidia".

Las palabras de la diputada reflejan nada más que el éxito que ha tenido la izquierda en enaltecer la figura de Allende, el cual ha sido un trabajo constante y metódico. “Fundaciones”, “centros culturales” y cuanto organismo es posible crear siendo financiado con las arcas fiscales han sido parte de los instrumentos para torcer la realidad y lograr imponer en las nuevas generaciones una versión de estudio cinematográfico a la cual Rubilar considera verdadera y no duda en elogiar, y al momento de hacerlo, refuerza el propósito de enarbolar la imagen de Allende como figura excepcional. Imagino que como Karla, muchos jóvenes vieron cómo el canal estatal coronaba a Allende como el más destacado personaje de nuestra historia, sirviendo como otro instrumento para ensalzar su “aura”. Es precisamente esa “aura mitológica” que percibe la diputada lo que se pretende transmitir, como si el personaje en cuestión fuese un héroe del Olimpo de las narrativas de Homero luchando por los más débiles en búsqueda de un bien superior, hoy en día etiquetado como la “justicia social”. Por supuesto que para obtener esta “aura” divina el personaje debe carecer de todo pecado terrenal. Sus vicios, ambiciones, errores y fracasos, deben ser plenamente obviados. Su mensaje es ajustado y censurado en sus partes comprometedoras, como aquellas donde legitimaba la violencia, el odio y la división, es ese mensaje que entregaba Allende a los jóvenes el que no se encuentra en los registros de Rubilar.

Lo que destaco de esta situación es que el logro de la izquierda por enaltecer la figura de Allende no hubiese alcanzado estos niveles si no se hubiese contado con la complicidad de ciertos políticos de derecha que, a diferencia de Rubilar, sí conocen y vivieron los hechos, pero por razones que acá no detallaré, han ayudado a la izquierda ya sea con su silencio o, peor aún, con similares homenajes y elogios, a crear una imagen ficticia de uno de los más desastrosos gobernantes en la historia de Chile. Avergüenza ver como ese sector, del cual uno puede sentirse parcialmente representado, permitió tal tergiversación de los hechos y de la historia.

Monday, June 14, 2010

Fe de errata. ¡Piñera, que valiente eres!

Fe de errata. ¡Piñera, que valiente eres!

En mi blog anterior menciono que José Piñera emite sus declaraciones por medio de una entrevista, la cual es publicada en un diario digital argentino llamado www.diarioperfil.com.ar. Sin embargo, un lector me comenta , como también pude corroborar de las declaraciones posteriores de José Piñera, que dicha supuesta entrevista nunca se realizó, siendo sólo una recopilación de textos emitidos por la red social conocida como twitter. Como se puede observar, al igual como sucedió en el caso del ex embajador Otero, la prensa trasandina suele acudir a dudosas prácticas con tal de generar noticia.

¡Piñera, que valiente eres!

¡Piñera, que valiente eres!

Tal vez más de algún lector que por a, b, ó c motivo no ha estado al corriente de la última controversia política pensará que el presente título obedece a una exclamación hecha en honor a nuestro actual Presidente. Cerca está -por lo menos a nivel familiar- ya que el modesto homenaje es para su hermano y no para él. Y no me refiero a aquel que nos ha deleitado por años en las páginas de espectáculo e incluso policiales, sino a quien fue uno de los elaboradores del más revolucionario sistema de pensiones y que hasta hoy es requerido por numerosos países para conocer su experiencia. Me refiero a José Piñera, hermano mayor del actual mandatario, y que durante el Gobierno Militar ejerció los ministerios del Trabajo y Previsión Social, y el de Minería. Fue él quien, tras la Tragedia de Otero (ver blog anterior), ha salido a través de un medio de comunicación a decir algo que es total y absolutamente incorrecto políticamente: la crítica abierta y confrontacional al gobierno y la figura de Salvador Allende.

No es mi intención analizar sus palabras, las cuales comparto, con símil incluido. Quienes quieran leer su entrevista lo pueden hacer en: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0477/articulo.php?art=22305&ed=0477.

Quienes leímos o escuchamos las declaraciones de Piñera, José por cierto, sabíamos del ataque que sufriría por parte de quienes beatifican el gobierno de la UP y pretenden la imposición absoluta de su versión de los hechos, de su justicia y de su moral, omitiendo toda realidad que demuestre lo contrario. Sin embargo, ante las palabras del hermano del Presidente, quién rápidamente salió en defensa de Allende fue nada menos que el Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter; pareciera que ya no solo gusta de posar ante las cámaras ante el retrato de Allende, sino que hoy, sin siquiera leer las declaraciones de Piñera, no dudó en emitir vehementes descalificativos contra el hermano de su empleador. El ministro pareciera desconocer los hechos que Piñera , José por supuesto, menciona respecto a la legitimación de la violencia por parte de la UP, o a la declaración de la cámara de diputados de la época, por destacar solo dos hechos que revelan la necesidad del pronunciamiento militar. Ante la férrea defensa, Hinzpeter pareciera desconocer los lazos de Allende con uno de los más grandes narcotraficantes de su época, como lo fue Oscar Squella, hecho demostrado con los documentos encontrados en la caja de fondos de la Moneda y expuestos en el último libro del profesor Víctor Farías, de cuya autoría también es el libro “Salvador Allende Antisemitismo y Eutanasia”, que con vasta documentación hace que la comparación de Piñera, José reitero, cobre aún más sentido.

La pregunta que surge es: ¿Por qué un ministro de un gobierno de “centro-derecha” se esmera en salir en defensa de la figura más artificialmente enarbolada de la izquierda chilena como lo es Salvador Allende? ¿Por qué permanece esa obsesión por complacer a nuestra izquierda mientras ellos sin reparos escupen a la derecha? ¿ Por qué simplemente el ministro no se limitó a decir que dichas declaraciones eran personales y que no era de competencia del gobierno comentarlas? ¿O acaso ningún ciudadano puede expresar que el gobierno de Allende fue nefasto y que, como dijo Otero, el Gobierno militar nos libró de convertirnos en otra Cuba?

La defensa del Ministro tuvo un rápido agradecimiento por parte de la senadora socialista Isabel Allende, quien citando aquel polémico programa de TV acerca de los grandes chilenos de nuestra historia, argumentaba que la defensa de Hinzpeter era justa tratándose de quien fuera electo el “gran chileno de nuestra historia”. No conforme con su pública defensa, el ministro también había llamado personalmente a la senadora para manifestarle su apoyo.

Mientras esta polémica se levantaba, Piñera, esta vez si el Presidente, anunciaba con bombos y platillos que promoverá la regulación de las uniones de hecho, incluyendo en ellas a las parejas homosexuales, siendo por tanto, el primer paso para la legalización de su matrimonio. El anuncio, por supuesto, fue alegremente acogido por los sectores de progresistas de nuestro país.
Ante estos dos hechos me pregunto: ¿No tendrá razón Hermógenes cuando, también valientemente, califica a este gobierno como el quinto de la Concertación?

Tuesday, June 8, 2010

Cargos de confianza. ¿Del Presidente o de la Concertación?

Tanto en el caso de Andrusco como en el de Otero, ambos perdieron, o jamás tuvieron, la confianza de la izquierda, por lo que las presiones para su remoción fueron constantes e implacables. La pregunta que surge es: ¿son estos cargos de la confianza del Presidente o de la Concertación?

¡Y la concertación logró su objetivo! Pobre de quienes osen levantar la voz y contrariar la versión de la izquierda acerca de la historia de nuestro país. Aun cuando lo hayan hecho de forma involuntaria e ingenua. Imperdonable que lo haga alguien que ejerce algún cargo en el gobierno, recordemos que para la izquierda, para la Concertación, ellos son el Estado, por lo que pareciera ser parte de su exclusividad moral y de sus derechos inherentes determinar quién cumple o no con las condiciones necesarias para ser parte de él. La reacción de la izquierda no es novedad, el ejemplo más reciente lo vimos en el caso de ex director de Gendarmería, Iván Andrusco, quien al ser nombrado por el Presidente en un cargo de su confianza, la pulida y bien ajustada maquinaria mediática de izquierda, elaboradora de desprestigio, emisora de juicios públicos y condenatoria, ejerció todo su poderío para lograr la renuncia de quien durante el gobierno de Lagos había escalado en su carrera profesional dentro de Carabineros. Hoy el ejemplo lo pone el ex embajador Otero, quien tras sus declaraciones, las cuales no me cabe duda son compartidas por la gran mayoría de la base de electores del actual gobierno, perdió la efímera confianza que pudo haber tenido su nombre en la Concertación y ante el “socialismo Kirchneriano”.

Tanto en el caso de Andrusco como en el de Otero, ambos perdieron, o jamás tuvieron, la confianza de la izquierda, por lo que las presiones para su remoción fueron constantes e implacables. La pregunta que surge es: ¿son estos cargos de la confianza del Presidente o de la Concertación?

Ante los cuestionamientos, algunos con algo de sustento y otros meras bravatas de pelilargos políticos, el gobierno ha tenido dos opciones:

A) Reconocer en ellos veracidad, y por ende, asumir un presunto error con tal de no provocar la extensión del enjuiciamiento y condena a todo el Ejecutivo y al propio Presidente, quien mucho ha trabajado para ganar la simpatía de los sectores progresistas de nuestro país.

B) Mantener las decisiones y enfrentar a la Concertación con fundamentos basados en sus propias ambigüedades, en el derecho de disentir de la izquierda, en la adoración de algunos concertacionistas por Cuba, su admiración por Fidel, por el Che, por Honecker. En el derecho de poseer visiones distintas de nuestra historia dentro del gobierno, como lo puede ser la del ministro Ravinet con la del ministro Fontaine o la del propio Otero, pero tener la voluntad de trabajar en conjunto por una igual visión de Chile, su desarrollo. Esto implica no solo hablar de pluralismo sino que ejercerlo verdaderamente. Es esa la tolerancia que enaltece a los países.

Hasta el momento, ¿qué camino ha optado el gobierno? Claramente el primero, el más fácil, el cortoplacista, el que paradójicamente nos deja anclados al pasado que precisamente se pretende superar, pero ello no implica la supremacía de una version por sobre la otra, sino el reconocimiento y el respeto de ambas. El gobierno optó por el camino temeroso, aquel que avala a la Concertación y que agrada a su electorado, pero dudo lo haga de igual forma a quienes mayoritariamente votamos por el actual gobierno y esperábamos, a pesar de nuestras divergentes visiones del pasado, un nueva forma de gobernar.

Monday, June 7, 2010

La tragedia de Otero

La tragedia de Otero
"No cabe imaginar las condenas que hubiese recibido el embajador de haber hecho referencia a los presuntos lazos de Allende con el narcotráfico, hecho demostrado por los documentos secretos encontrados en la caja de fondos de la Moneda y analizados por el profesor Víctor Farías en su último libro".
La izquierda suele dictar cátedras acerca de la tolerancia, vanagloriándose de ser supuestamente pluralista, de estar siempre dispuesta a debatir los temas y a escuchar posturas contrarias. Sin embargo, su discurso no pasa de ser una hipócrita retórica, ya que en los hechos se demuestra el totalitarismo de su pensamiento. Son ellos los únicos dueños de la verdad, de la moral, de la justicia, son los jueces que están por sobre el Dios - esto se entiende por su ateísmo-, se atribuyen ser los asignadores de la igualdad y de la “justicia social”, y de decidir a quién atribuirle o no sus derechos humanos. Se autodesignan los exclusivos timoneles del Estado, mejor dicho, se creen el Estado, por lo que exaltan su omnipresencia y omnipotencia. Es la izquierda la que emite juicios y condenas a todo quien pretenda en lo más mínimo cuestionar o contrariar sus posturas, verdaderos dogmas que rigen sus políticas y su historia.

Fue esto precisamente lo que originó la tragedia del embajador Otero; cual acto shakespeariano, sus palabras gatillaron una convulsionada reacción por parte de la bien mantenida maquinaria de desprestigio de nuestra izquierda. El pecado del embajador fue hablar de aquello que hoy la izquierda se ha encargado de transformar en tabú, en prohibido, proscrito de nuestra historia política, como lo es las verdaderas razones de la intervención militar de 1973. Fue durante una entrevista de algo más de dos horas, y tras las reiteradas interrogantes del periodista –presumiblemente de tendencia izquierdista-, que el ingenuo embajador declaró aquello que muchos chilenos compartimos, pero pocos, muy pocos, se atreven a decir públicamente conscientes de la proscripción del tema. El gobierno militar, “La Dictadura”, salvó a Chile de transformarse en otra Cuba, y para la gran mayoría de los chilenos, aquellos dedicados al trabajo y a sus familias, y no a la política, la “dictadura” no tuvo impacto represivo alguno en sus vidas.
Las palabras del embajador encendieron la maquinaria mediática de la izquierda para enjuiciar y linchar inmediatamente a quien había osado contrariar sus dogmas, peor aún, cuestionando el “benevolente e inspirador” gobierno del popular Salvador Allende. No cabe imaginar las condenas que hubiese recibido el embajador de haber hecho referencia a los presuntos lazos de Allende con el narcotráfico, hecho demostrado por los documentos secretos encontrados en la caja de fondos de la Moneda y analizados por el profesor Víctor Farías en su último libro.

El juicio moral que pretende imponer la izquierda contra todo quien esboce una opinión algo favorable, o incluso neutral al gobierno militar, y por ende, cuestionando su verdad de la historia, es implacable. Por ello no debiese extrañar escuchar histriónicas voces de muchos políticos de izquierda demandando la remoción del embajador, exigiendo disculpas públicas al gobierno, y catalogando de vergonzosas las palabras dichas. La poderosa maquinaria de izquierda rápidamente genera sus resultados y hemos visto cómo tanto el gobierno como el propio emisor de las declaraciones se apresuran a bajar el tenor de ellas, a inyectar fuertes dosis de ambigüedad al contenido original de las declaraciones para con ello aplacar la fiereza de los ataques y solapar el atrevimiento - involuntario por cierto- de decir aquello que la izquierda no quiere escuchar. En vez de apuntar y enfrentar directamente a aquellos que alzan sus recriminaciones con argumentos basados en sus propias ambigüedades, como lo es el apoyo a la eterna dictadura comunista de los Castro, o la admiración y acogida a personajes como el propio Erick Honecker, prefieren enmendar su supuesto error calificando las palabras del embajador como desafortunadas y extemporáneas. El resultado de ello es, y ha sido, la imposición de una visión de la historia sesgada e irreal, sustentada en el temor de todo quien prefiere callar antes de sufrir el linchamiento público de la izquierda, ya que sabe que nada ni nadie tendrá la valentía de respaldar lo dicho. Quienes no hemos claudicado en denunciar la tergiversación de los hechos solemos ser marginados o tachados como personas anacrónicas por quienes piensan reservadamente de igual manera, pero no así públicamente.

Es verdad, como sociedad es sano que de una vez por todas demos vuelta a la página de la historia, sin embargo, aquello no significa que una visión de la historia ponga el pie encima a la otra. Dar vuelta de página implica el reconocimiento de la existencia de posturas distintas, el respeto y la tolerancia a quienes piensan distinto. Precisamente todo lo que la izquierda proclama pero jamás permitirá se haga realidad. Más aun si quienes discrepan de su visión prefieren temerosamente callar. Por lo menos yo no lo haré.

Wednesday, June 2, 2010

Repercusiones de “El costo de la deslealtad”

Para mi sorpresa no fueron pocos los medios que reprodujeron algunas líneas de mi blog anterior, el cual, por su propia naturaleza, obedece a una opinión personal y no familiar. Medios como El Mostrador (www.elmostrador), Cambio 21 (www.cambio21.cl), Radio Cooperativa (www.cooperativa) e incluso Radio Agricultura (www.radioagricultura.cl), rescataron en forma parcial el contenido del análisis expuesto, sin embargo, se limitaron a subrayar lo que a mi parecer es lo evidente y no aquello que realmente considero relevante para nuestro país. Los medios gustosamente reprodujeron los nombres de las figuras políticas que a mí parecer se han distanciado del gobierno militar y de Pinochet, pero si mi propósito hubiese sido aquel, es decir, identificar con nombre y apellido a las personas que en su momento apoyaron, trabajaron, surgieron o se enriquecieron gracias al gobierno militar, y que hoy han tomado desleal distancia de él, la lista sería extensa y abarcaría no solo el ámbito político sino ampliamente el empresarial, comenzando con dueños de medios de comunicación, no refiriéndome a los antes mencionados. No obstante mis planteamientos no pretenden aquello, dado lo evidente que esto es, prefiero que el propio lector complete según su propio criterio esta lista.

El objetivo de mis palabras se orientaban al costo colateral -por llamarlo de alguna manera- que implica la deslealtad de la UDI hacia sus propios ideales, al uso de la estrategia de “arrebatar banderas al adversario”, a la advertencia que el propio Jaime Guzmán hacía de ello, a la obsesión de algunos de los políticos y autoridades por buscar el beneplácito de la izquierda, realizando incluso gestos y homenajes de mayor relevancia a sus adversarios que a las propias figuras históricas de su sector. Todo esto tiene como resultado el predominio en nuestras políticas públicas de las ideas llamadas hoy progresistas, donde todos los sectores, incluida la derecha, se esmeran en aparentar representar esos ideales y no los supuestamente propios.

El verdadero costo para Chile de la estrategia de la deslealtad, no es que alguna figura gestora de dicha estrategia no logre jamás ser Presidente, aquello no es relevante, pero sí lo es la hegemonía gramsciana progresista que logrará imponerse en nuestra clase política y la mediocridad que ello significará para nuestro país.

Monday, May 31, 2010

El costo de la deslealtad

"Lo que los originadores de esta deslealtad parecieran no considerar es el costo que tendrá esta actitud sobre sus carreras políticas. La generación de la Unión Demócrata Independiente que creció y participó en el gobierno militar jamás podrá levantar un liderazgo capaz de llegar a la presidencia del país, me refiero a figuras como Pablo Longueira, Juan Antonio Coloma, Patricio Melero, Evelyn Matthei, Víctor Pérez, etc. "

La lealtad implica el conocimiento y la aplicación de conceptos como la fidelidad, el honor y el agradecimiento, implica la convicción de ejercer dichos principios con el propósito de perseguir aquello que se considera correcto, como lo son nuestros ideales. En política ese ideal se refleja en el tipo de sociedad a la cual se aspira, en el convencimiento de que el predominio de ciertos valores y principios son los adecuados para el bien común de una nación. Es por la búsqueda de este ideal por lo cual los partidos políticos se conforman y ejercen su labor dentro de la política, se baten en la lucha democrática por el poder con el objeto de avanzar hacia ese ideal, aquel camino que es construido por la política y por el cual la sociedad transita. La mantención de estos ideales, y la lealtad hacia ellos, enaltecen la actividad política, ya que de no existir, la función de los partidos y de quienes lo conforman solo se limita a la mediocridad y a la perpetuidad del poder por poder, a la ambigüedad y el acomodo, a la conveniencia política en búsqueda del beneficio propio e inmediato.
Los actuales partidos políticos de centro derecha se forjaron bajo un gobierno cuya gestión se basó en las ideas y los principios de sus propios fundadores. Siendo el principal ejemplo de ello la figura del asesinado senador Jaime Guzmán, quien por mantenerse fiel y leal a sus ideales fue cobardemente acribillado. Con su muerte la izquierda no solo descabezó a la derecha de uno de sus más brillantes pensadores, sino también envió un claro, brutal y sangriento mensaje al resto de políticos de derecha que pretendieran lealtad hacia sus ideales. Mensaje que tras más de dos décadas del hecho, pareciera haber calado muy hondo. El proceso de deslealtad de la derecha ha sido progresivo, la primera evidencia de ello se reflejó en el constante distanciamiento y “desafección” que muchos políticos forjados al alero del gobierno militar tuvieron con la principal figura de aquel gobierno, el general Pinochet. Dicho distanciamiento no sólo implicaba al militar que lo lideró, sino también a la obra de la cual ellos mismo formaron parte, su propio patrimonio y sus propias ideas.
No era extraño escuchar a muchos de ellos esgrimir que dicha deslealtad no era real, sino solo un artificio político cuyo único fin era la obtención de beneficios electorales que le permitieran a la postre alcanzar nuevamente el gobierno. Esta estrategia política basada en la negación de sus convicciones, o lo que es lo mismo, de deslealtad hacia ellas, llevó al electorado a ver como ideas únicas de ser acertadas y aceptadas, aquellas provenientes desde la Concertación, ideas bajo el rótulo de un socialismo renovado, hoy progresista. Dicha estrategia tiene como origen aquella denominada como de “arrebatar las banderas al adversario”. En su libro: “Escritos Personales”, fue el mismo Jaime Guzmán quien advierte del riesgo que implica esta estrategia política en la derecha ya que: “Lo que la referida táctica olvida es que el adversario siempre puede correr las banderas, sosteniendo que lo realizado es insuficiente …” Ejemplo de ello lo fue la afamada reforma agraria del gobierno de derecha de Jorge Alessandri. Por lo demás, ya Jaime Guzmán se lo preguntó hace muchos años atrás: ¿Qué sentido tiene gobernar y luchar por seguir gobernando, si ello se va a hacer no para realizar lo que uno piensa (que es la búsqueda de su ideal), sino para aproximarse a lo que desea el adversario?
Ha sido esta deslealtad hacia sus propias ideas lo que llevó a la UDI inevitablemente a apoyar como candidato presidencial al actual Presidente Piñera, cuya historia política ha estado siempre acariciando a la democracia cristiana. Era el único, o por lo menos, de los pocos, que cumplía con la lógica del distanciamiento o deslealtad, ya que de entre sus filas no existía liderazgo alguno que ya en 1988 hubiese contrariado al gobierno de su propio sector encarnado en la figura de Pinochet. Pinera votó NO y aquello le daba la veracidad que los impulsores de la estrategia carecían.
Hoy día, tras la victoria de la Coalición por el Cambio, la pregunta que surge es si aquella deslealtad hacia las ideas de derecha se mantendrá durante su gestión de gobierno; no obstante, atribuirle esa deslealtad al Presidente Piñera sería tremendamente injusto e incorrecto, ya que las políticas que implemente, de ser contrarias a las de la derecha, sólo significará que se encuentran en línea con sus propias convicciones, ya sean estas en los ámbitos políticos, económicos o sociales, incluido en este último el manoseado tema valórico.
La experiencia de estos cerca de 80 días de gobierno así lo evidencia. Tras las palabras del Presidente emitidas el día 21 de mayo, durante su primera cuenta anual, sorprendió ver cómo algunos políticos concertacionistas aprobaban la oratoria del mandatario llegando incluso a decir que hubiese sido aquel discurso el cual les hubiese gustado escuchar de boca de Michelle Bachelet precisamente 12 meses antes. El buen trato o buena disposición hacia el primer mandatario de la ex alianza ya se había visto reflejado al momento de anunciar el proyecto de reconstrucción nacional, el cual, lejos de implementar medidas innovadoras, como lo pudo haber sido la exención tributaria al emprendimiento en las zonas afectadas, la receta escogida fue de evidente aroma socialdemócrata, la tradicional receta del alza de impuestos. Ante dicha propuesta, las críticas de un connotado liberal como lo es el economista Hernán Buchi se contraponían a los elogios de un senador socialista. Es decir, el primer y principal proyecto de ley del gobierno de la ex Alianza era criticado por uno de los propulsores del mayor crecimiento económico que nuestro país haya alcanzado gracias a las políticas adoptadas por el gobierno de derecha del cual él fue ministro, y halagado por miembros de aquel socialismo responsable de la mediocridad que caracteriza el legado de los últimos gobiernos de la Concertación. Dicho halago por supuesto que fue acompañado por una crítica relativa a la imperfección de la medida por no ser una aún más permanentemente socialista, es decir, ya corren las banderas hacia su propio ideal alejándolo aún más de las reales ideas de derecha.
Lo que los originadores de esta deslealtad parecieran no considerar es el costo que tendrá esta actitud sobre sus carreras políticas. La generación de la Unión Demócrata Independiente que creció y participó en el gobierno militar jamás podrá levantar un liderazgo capaz de llegar a la presidencia del país, me refiero a figuras como Pablo Longueira, Juan Antonio Coloma, Patricio Melero, Evelyn Matthei, Hernán Larraín, Víctor Pérez, etc. Todos ellos paradójicamente se encuentran estigmatizados con aquello que pretenden distanciarse; las ideas de derecha, estigmatizados por el gobierno militar del cual reniegan y marcados por la figura de Pinochet la cual por años quisieron que desapareciera en la historia, perdiéndose dentro del cajón del olvido. Son aquellos los que pretenderán levantar candidaturas futuras que su propia deslealtad se encargará de que terminen a la deriva. Ciegos de poder, sin ya ideales propios, esa generación de políticos hará lo posible para mantener su autoridad dentro de la UDI, dispuestos a abortar cualquier atisbo de competencia de una nueva generación sin participación activa en la desleal estrategia. Se batirán en rencillas con rebuscados adjetivos como “dogmáticos contra pragmáticos”, o con pomposos llamados a una presunta unidad o advertencias de que el momento no es el apropiado para competir. Sin embargo, el resultado de ello será uno solo, la división entre quienes no claudicarán en mantenerse leales a los ideales y aquellos cuyas intensiones se alinearán siempre con el ejecutivo, aun cuando esto impliqué incluso atentar contra los valores que dijeron en algún momento proteger.
Si el costo de la mencionada deslealtad se acotara a las pretensiones presidenciales de los líderes de la UDI, esto no sería de mayor relevancia para el país, sin embargo, el real e incalculable costo radica en las hegemónicas ideas del hoy denominado progresismo chileno que determinan la dirección de nuestras políticas públicas. ¿Qué otro mensaje se transmite a la ciudadanía cuando todos y cada uno de los sectores se pelean por ser o parecer más progresista el uno que del otro? Nuestra política deja de ser el debate o la lucha de diversas ideas para transformarse en una lucha de la apariencia que mejor viste un mismo ideal, la disuasión del electorado para lograr representar una misma cosa: el progresismo. Cuando todos los sectores luchan por representar las ideas progresistas se infiere que dichas ideas son efectivamente las mejores para nuestra sociedad, las que deberán regir el ámbito político, económico y social. La deslealtad de la derecha con sus propios ideales no solo enterrará las aspiraciones de quienes promovieron aquella estrategia, sino también conducirá a nuestro país hacia la mediocridad, hacia un camino de servidumbre cosméticamente adornado bajo una pomposa y falsa retórica de igualdad y progreso.